La política y la democracia son instrumentos
del hombre para poder de alguna forma mejorar su situación y buscar soluciones
a los problemas que se van suscitando.
A través de la historia los hombres han buscado
una forma de mostrar sus ideas y hacerse escuchar, el claro ejemplo de esto lo
podemos ver en la revoluciones y el final de las monarquías en todo el mundo en
pro de una organización social que les permitiera tener derechos e igualdad
para expresarse.
Atrás de nuestro derecho a votar, de la
libertad de de expresión y de todas las formas que tenemos hoy en día de
hacernos escuchar esta la lucha incansable de millones de personas que
inconformes con su estilo de vida decidieron levantarse y hacer algo para
mejorar la situación de las generaciones venideras.
Entonces ¿por qué los jóvenes de hoy de en día
simplemente no se interesan en lo que pasa a su alrededor? ¿Qué es lo que falla
en nuestro sistema político que no impulsa el interés y la participación de
quienes serán el futuro del mundo?
La encuesta nacional de los valores de la
juventud 2012 realizada por el IMJUVE nos dice que el 86% de los jóvenes están poco
interesados en política y que menos del 6% de los jóvenes mexicanos confía en
lo que los partidos políticos les dicen.
Esto nos deja frente dos grandes problemas que están
profundamente ligados entre si, los jóvenes de hoy en día están convencidos de
que lo que pasa es algo que no se puede cambiar, se tiene una idea errónea de
los alcances y la fuerza de la sociedad y eso aunado a la creciente
desconfianza del pueblo hacia los
gobernantes y viceversa la democracia se convierte en una meta casi
inalcanzable en la que la mayor parte del país no va a votar o ni siquiera se
entera de lo que los candidatos proponen.
La raíz de estos problemas es en gran parte la
herencia cultural que nos han dejado nuestros antepasados, empezando por la
conquista española y la necesidad de los indígenas de aceptar el nuevo régimen para
sobrevivir, pasando por una independencia complicada y larga tras la cual reinó
un estado prolongado de caos y pobreza y finalmente el tan marcado
presidencialismo que hemos vivido en el que el pueblo no ni voz ni voto ante
las decisiones del jefe máximo.
Todas estas etapas del país van creando una
identidad nacional que termina propiciando elites de poder en las que recae
todo el peso de las decisiones nacional, elites que no tiene una idea clara de
lo que le pasa a la población y una población promedio sin intenciones claras
de hacerse entender por quienes tienen el poder o sin el conocimiento de que
pueden opinar con respecto a temas que también tienen repercusiones en ellos.
Es por eso que cuando vemos una encuesta de
participación los números con respecto a iteres o actividad política son bajos
pero cuando se ven otro tipo de estudios como el índice de calidad de vida de
la OECD la percepción de los mexicanos con respecto a su felicidad o su satisfacción
resulta impresionantemente alta y un poco desequilibrada si se observa con respecto
a otros rubros importantes del estudio como seguridad o economía, el mexicano promedio
está acostumbrado a aceptar lo que tiene y ver “el lado positivo” en lugar de
buscar mejorar o crecer.
Es imposible dar culpables ante esta situación
porque las listas serían completamente subjetivas pero llego el momento de
buscar una solución ante un problema que ante la falta de educación y la
situación mundial no hará más que agravarse.
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