miércoles, 19 de marzo de 2014

Estado de la cuestión I: el problema

La política y la democracia son instrumentos del hombre para poder de alguna forma mejorar su situación y buscar soluciones a los problemas que se van suscitando.
A través de la historia los hombres han buscado una forma de mostrar sus ideas y hacerse escuchar, el claro ejemplo de esto lo podemos ver en la revoluciones y el final de las monarquías en todo el mundo en pro de una organización social que les permitiera tener derechos e igualdad para expresarse.
Atrás de nuestro derecho a votar, de la libertad de de expresión y de todas las formas que tenemos hoy en día de hacernos escuchar esta la lucha incansable de millones de personas que inconformes con su estilo de vida decidieron levantarse y hacer algo para mejorar la situación de las generaciones venideras.
Entonces ¿por qué los jóvenes de hoy de en día simplemente no se interesan en lo que pasa a su alrededor? ¿Qué es lo que falla en nuestro sistema político que no impulsa el interés y la participación de quienes serán el futuro del mundo?
La encuesta nacional de los valores de la juventud 2012 realizada por el IMJUVE nos dice que el 86% de los jóvenes están poco interesados en política y que menos del 6% de los jóvenes mexicanos confía en lo que los partidos políticos les dicen.
Esto nos deja frente dos grandes problemas que están profundamente ligados entre si, los jóvenes de hoy en día están convencidos de que lo que pasa es algo que no se puede cambiar, se tiene una idea errónea de los alcances y la fuerza de la sociedad y eso aunado a la creciente desconfianza del pueblo hacia los  gobernantes y viceversa la democracia se convierte en una meta casi inalcanzable en la que la mayor parte del país no va a votar o ni siquiera se entera de lo que los candidatos proponen.
La raíz de estos problemas es en gran parte la herencia cultural que nos han dejado nuestros antepasados, empezando por la conquista española y la necesidad de los indígenas de aceptar el nuevo régimen para sobrevivir, pasando por una independencia complicada y larga tras la cual reinó un estado prolongado de caos y pobreza y finalmente el tan marcado presidencialismo que hemos vivido en el que el pueblo no ni voz ni voto ante las decisiones del jefe máximo.
Todas estas etapas del país van creando una identidad nacional que termina propiciando elites de poder en las que recae todo el peso de las decisiones nacional, elites que no tiene una idea clara de lo que le pasa a la población y una población promedio sin intenciones claras de hacerse entender por quienes tienen el poder o sin el conocimiento de que pueden opinar con respecto a temas que también tienen repercusiones en ellos.
Es por eso que cuando vemos una encuesta de participación los números con respecto a iteres o actividad política son bajos pero cuando se ven otro tipo de estudios como el índice de calidad de vida de la OECD la percepción de los mexicanos con respecto a su felicidad o su satisfacción resulta impresionantemente alta y un poco desequilibrada si se observa con respecto a otros rubros importantes del estudio como seguridad o economía, el mexicano promedio está acostumbrado a aceptar lo que tiene y ver “el lado positivo” en lugar de buscar mejorar o crecer.

Es imposible dar culpables ante esta situación porque las listas serían completamente subjetivas pero llego el momento de buscar una solución ante un problema que ante la falta de educación y la situación mundial no hará más que agravarse.

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